Eclipse de memoria

Tengo el gusto de reportar que el martes 26 de marzo, a las 2:58 PM, Del Águila, Fong y yo terminamos de mezclar Eclipse de Memoria, el nuevo disco de La Barranca. Hay una sensación indescriptible de llegar al final de éste largo proceso. Una sensación que trataré de compartir aquí.

Cada disco tiene su propio camino, su propio proceso, sus propias historias y su propia lógica. Cuando nos embarcamos a hacer un álbum nuevo, podemos tener muchas ideas de cómo queremos que suene, podemos poner límites o definir criterios específicos sobre qué queremos y qué no queremos hacer ¡Podemos incluso tener las canciones terminadas!  Pero a fin de cuentas, con La Barranca, y eso es lo maravilloso del proceso, el disco cobra vida por sí mismo y termina en lugares que nosotros no imaginábamos al empezar. Porque aun cuando el proceso de producción de un disco empieza por iniciativa nuestra, una vez echado a andar ese proceso, es el propio disco quien va decidiendo su naturaleza. Entonces nuestra labor más o menos consiste en adivinar esa naturaleza; tratar de realizarla de la mejor manera posible, de la mejor manera de que seamos capaces, con las herramientas, armas y conocimientos que estén a nuestra disposición en ese momento. Pero al final, a pesar de haber convivido con él durante meses, a pesar de conocer a detalle cada uno de los elementos que lo conforman, a pesar de ser expertos en sus estructuras y a pesar del hecho mismo de haberlo escrito, tocado y cantado nosotros mismos, el resultado final es algo que nos sorprende.  Y esa es la sensación que tengo ahora: sorpresa, euforia, una emoción vibrante. Mezclada también con una especie de gratitud hacia el espíritu de la música por habernos permitido llegar a esto: hacer un disco nuevo. Y además, por supuesto, el honor intransferible de hacerlo para La Barranca.

 

Pocos discos han tenido un proceso de gestación tan largo y especial como éste. Y no me refiero nada más a los siete meses que han pasado desde que entramos al estudio para grabar las primeras bases, en agosto del año pasado. Me refiero al tiempo transcurrido desde que surgió la primera idea de hacerlo. Habrá que decir de entrada que en esos siete meses el trabajo no fue continuo ni mucho menos. Siempre hubo que esperar, desarrollar la paciencia. Participan muchos  músicos en este disco y hubo que encontrar siempre el momento en el que cada uno tuviera tiempo disponible para trabajar con nosotros. Además,  paralelamente tuvimos que construir un estudio durante ese tiempo, para poder grabar estas canciones. Esto es parte de lo que hace diferente el proceso de Eclipse de Memoria. Normalmente un estudio se construye con la idea de grabar ahí después discos, música, canciones gingles o lo que sea. En este caso, tuvimos que hacer un estudio para grabar unas canciones que ya teníamos ahí, esperándonos. Me gusta pensar entonces que fueron esas canciones las que construyeron el estudio.

Pero es difícil incluso precisar cuándo empieza la gestación de éste disco. Empezó quizás de manera paralela a Piedad Ciudad, cundo yo comencé a hacer esas presentaciones acústicas en solitario que en un principio llamé Mitocondrias. Entre las muchas cosas que me ha dado ese experimento, está la libertad para revertir el proceso y acortar  el tiempo que hay entre escribir una canción y exponerla ante el público. En la actualidad, la manera convencional y ya tradicional de dar a conocer música es a través de un disco (esos objetos que tienden a la extinción pero que siguen ahí, fascinando a muchos): un grupo hace una serie de canciones, las graba en un proceso unificado, saca tantos “sencillos” como pueda y sólo entonces presenta su disco, con sus canciones nuevas.  El tiempo transcurrido desde que esas canciones se escribieron hasta el momento en que se tocan en vivo por primera vez puede durar meses, cuando no años.

Mi intención original con Mitocondrias era hacer un espectáculo yo solo, basándome en canciones del repertorio de La Barranca u otras cosas que pudieran presentarse con estos pocos elementos: voz, guitarra acústica, algunos loops. Pero pronto me di cuenta que también podría aprovechar estas ocasiones para tocar canciones nuevas, canciones que no existían en ningún disco. Canciones que quizá acababa de escribir en esa misma semana. Esta inmediatez me motivó para hacer más canciones (y terminarlas) con el fin de poder tocarlas en estos conciertos: exponerlas ante el público sin demasiados trámites ni expectativas de por medio, ver qué pasaba con ellas. Y lo maravilloso fue que el público empezó a reconocer éstas canciones, a identificarse con ellas al punto de que, para los que han visto más estos conciertos, estas canciones, que conocieron desnudas en el escenario, ocupan un lugar equivalente al que ocupan ahí otras que conocieron en un disco de La Barranca, con todos sus arreglos, ropajes lujosos y  elementos de producción.

Durante un tiempo coqueteé con la idea de hacer un disco con estas nuevas canciones. Un disco solista. Pero cuando traté de ver a dónde podrían llegar esas canciones supe que necesitaría otros músicos, capaces de llevarlas a su máximo potencial. Y estos músicos tendrían que ser los mejores. Entonces, si iban a necesitar un bajo, pensé en invitar al mejor bajista posible. Es decir, pensé en Fong. Y lo mismo: para otras guitarras, pensé en Adolfo, y luego para baterías en Navi, y en André. Y por supuesto en Quique Castro, cuyas marimbas habían estado ya en el principio de varias de éstas canciones y eran parte de un color con el que quería experimentar. Así que en un momento pareció que iba a hacer un disco solista, pero con todos los músicos relacionados con La Barranca. En este punto precisamente Federico me dijo: oye, por qué no mejor te olvidas de lo del disco solista y hacemos uno de La Barranca. No tuvo que convencerme mucho, ya las cosas iban en esa dirección. Además, pensé, los discos solistas suelen ser para aquellos músicos que se sienten frustrados en sus bandas o que no pueden hacer ahí lo que quisieran. Y este afortunadamente no es mi caso.

Una vez reconocida esta situación, que haríamos un disco de La Barranca,  empezamos a trabajar en estas canciones para llevarlas a un concepto de grupo. En el camino hicimos más canciones y decidimos también montarlas para tocarlas en vivo antes de grabarlas, lo cual también es otra manera de revertir el proceso convencional. Y además, fue una forma de familiarizarnos con esas canciones, conocerlas como entidades reales antes de entrar al estudio.  Intercambiamos también muchas ideas con Yamil Rezc, viejo conocido e inquieto productor, quien, sobre todo en los procesos de pre y post producción, se convirtió prácticamente en nuestro productor paranormal: aquel con quien visualizar y aterrizar cosas que están más allá de las cuestiones meramente prácticas de la realidad técnica.

Además de las canciones, teníamos clara otra cosa: no queríamos hacer Piedad Ciudad II. Ya la incorporación de la marimba apuntaba para otro lado y queríamos alejarnos del sonido logrado en ese disco tanto como fuera posible. No porque no nos gustara, sino porque no queríamos repetirlo. Pero ya de por si las canciones mismas eran de otra naturaleza. Lo primero que tuvimos que hacer es encontrar la forma de tocarlas, lo que implicaba desechar la forma en como estábamos tocando hasta entonces. Estas canciones nuevas, muchas de ellas, están construidas en base a un pulso. Y el punto era aprender a crear este pulso como banda. Para ello nos dedicamos a formar ensambles, arquitecturas en donde cada quién contribuyera con algo que formase parte del pulso total. Esta contribución puede ser una simple nota o un juego de notas que se complementan con las que tocan los demás.  Tuvimos que encontrar entonces, primero, una nueva forma de tocar: tocar como un ensamble.

Sólo hasta  que hubimos encontrado esto fue que entramos finalmente a estudio formal en Polanco, bajo la experta y cuidadosa mano de Lalo Del Águila,  para grabar las bases. O más bien, los instrumentos para los que no teníamos capacidad de grabarlos en nuestro estudio: las baterías de Navi y André, la gigantesca marimba que conseguimos para Castro, el piano de cola. Simultáneamente empezamos a construir el otro estudio, en donde complementaríamos esas bases. Así, fuimos grabando mientras construíamos, acomodando las cosas, adquiriendo e incorporando equipo según lo requerían las canciones. Ahí nos encerramos Federico y yo y a veces Adolfo o Yamil, en largas e intensas sesiones que producirían los bajos, las guitarras, las voces y los otros sonidos de Eclipse de Memoria.

Decidimos incorporar además otros colores adicionales. Algunos que ya habíamos usado antes, como una sección de cuerdas, y otros que nunca habíamos usado, como una sección de alientos.

Para un grupo con una discografía amplia, como la nuestra, lo difícil es no repetirse. Lo que quisimos hacer ahora es olvidarnos un poco de nosotros mismos, de las expectativas que genera la banda, de lo que se “supone” que debemos tocar. Incluso, en algunos momentos, mejor aún,  decidimos no tocar. Permitir que lo hicieran otros instrumentos o dejar que el espacio y los silencios fueran los que cobraran importancia.

Otra variante fue que, por primera vez, y por cómo se fueron presentando las canciones, tenía las letras ya escritas en su totalidad desde antes de entrar a grabar. Normalmente muchas de la letras las termino justo al momento de grabar la voz, cuando la música ya está grabada (lo cual me genera un tremendo stress, que a veces raya en el pánico). Pero esta vez ya estaban ahí, en su gran mayoría. Esto nos permitió tener más seguridad en las estructuras y arreglos. Al menos los músicos sabían de qué se trataba cada canción antes de grabar sus partes. Claro que todo el tiempo hice ajustes (imposible no hacerlos hasta el último minuto) y muchas de las canciones que algunos de ustedes ya escucharon en vivo vienen con estos ajustes. El último toque que agregamos fue la participación de Cecilia Toussaint, quien regresa con sus armonías a un disco de La Barranca, después de casi diez años.

Algo que no deja de sorprenderme es que en un disco cada músico llega con las mejores intenciones; dispuesto a dar lo mejor de sí mismo. Hay un sentimiento común de estar trabajando para algo más grande que la suma de todos nosotros. Este disco no es la excepción y me siento muy contento con el trabajo de todos los participantes, que son un montón.

Lo más difícil (e inútil) sería intentar describir el disco en sí. Ya se encargará él de describirse a sí mismo, cuando abandone finalmente la burbuja amniótica en la que aún se encuentra mientras se masteriza. Lo que puedo decir es que Eclipse de Memoria presenta una Barranca expandida, con una sonoridad más panorámica. También diré que amamos todas y cada una de las canciones que lo conforman, y que cada una de ellas está ahí por una razón específica y representa una emoción particular. Como dije al principio, el resultado, a unas horas apenas de haberlo escuchado completo por primera vez, me sorprende y me emociona. Espero que algo así suceda con quienes lo oigan.

Por ahora sólo resta agradecer la paciencia, la espera y el interés de quienes siguen esta expedición.

José Manuel Aguilera

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